Cuando Feijóo pidió tiempo a la presidenta del Congreso de los Diputados, Francina Armengol, para negociar con los grupos parlamentarios su investidura, ya sabía que tendría exactamente los mismos números con los que contaba entonces y que prácticamente tiene desde la noche del 23J, 172 escaños. Es decir, nada ha cambiado en todo este tiempo a pesar de que el líder del Partido Popular siga queriendo hacer ver otra cosa a toda España.
El coste de lo que será esta investidura fallida aún está por ver, pero es evidente que en este momento tendríamos que estar anticipándonos a los vaivenes económicos, fortaleciendo el tejido productivo y desarrollando políticas de progreso, tal y como ha venido haciendo durante estos años el gobierno presidido por Pedro Sánchez. Sin embargo, aquí estamos, con el reloj parado a la espera de que pasen los días y de ocurrencia en ocurrencia, como la de la Legislatura de dos años propuesta por el líder de la derecha.
Esta es la realidad, la queramos ver o no, puesto que estamos perdiendo un tiempo precioso en esta simulación de investidura cuya resolución ya la conoce todo el mundo y en la que, además, Feijóo entra sin despeinarse en sonoras contradicciones. Lo hace, por ejemplo, cuando dice que tiene que gobernar la lista más votada, pero olvida lo que hizo Moreno Bonilla en Andalucía en la pasada legislatura, lo que ha hecho María Guardiola en Extremadura o, más cerca aún, lo ocurrido en nuestra provincia en Níjar y Garrucha. En todos estos casos (hay muchísimos más), la derecha y la ultraderecha han unido sus intereses para desbancar a la lista más votada, que era la del Partido Socialista.
Feijóo, al que a estas alturas le cabe todo, sostiene ahora que cuando se plantea hablar con fuerzas nacionalistas es para dialogar y no pasa nada, pero cuando lo ha hecho el PSOE-conviene recordarlo- el coro de la derecha cantaba que se rompía España. Ese es el nivel al que hemos llegado y que dice mucho de las verdaderas intenciones que en todo momento han tenido los populares: el poder por el poder y a cualquier precio, a pesar de que la ciudadanía española ha dicho contundentemente que no a un gobierno del PP y Vox, que es realmente la única alianza que Feijóo puede construir.
Por lo tanto, no nos engañemos, esta investidura está abocada al fracaso y Feijóo lo sabe; al igual que la presidenta de la Comunidad de Madrid y otros dirigentes del Partido Popular, que se mantienen en un segundo plano a la espera de que a finales de septiembre su candidato a la Presidencia del Gobierno se dé un definitivo baño de realidad.
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